(primera parte)
México, DF, 9 sep. 09 (CIMAC).-Una amiga me
informa sobre la dimisión del Rector de la
Universidad de Salamanca por sorpresa y por
motivos personales y me pide que realice una
revisión de las notas periodísticas aparecidas en
los diferentes medios sobre este tema.
Llevo un par de días en este trabajo y creo haber
leído casi todo lo aparecido y de verdad que hay cosas que siguen sin cambiar.
Voy a resumir los "hechos" según los narran los
periódicos que consulté, puesto que de lo
contrario puede no entenderse mi opinión:
Presuntamente existe un parte de lesiones por las
agresiones que recibió la compañera sentimental
del Rector y que fue emitido por el servicio de
urgencias de un hospital, y aunque esta mujer
decide no denunciar a su agresor, sí lo
identifica y por esa identificación se conoce que
el agresor es el, hasta entonces, Rector de la
Universidad de Salamanca, José Ramón Alonso.
La víctima que, insisto, no quiso presentar
denuncia, es una mujer argentina que trabajaba
dentro de una asociación universitaria vinculada
a la propia Universidad de Salamanca, por lo que
era dependiente, económicamente hablando, del Rector.
Por causas que ella misma conocerá, aunque son
fácilmente deducibles, esta mujer, al parecer, se encuentra en Barcelona.
Evidentemente, el parte de lesiones emitido desde
el hospital puso en marcha la maquinaria judicial
y el agresor deberá comparecer en sede judicial, si no lo ha hecho ya.
Ante la magnitud de los acontecimientos el Rector
dimite de su cargo para no dañar la imagen de la
institución que dirige, pero el daño ya estaba
hecho, me refiero al daño infringido a una mujer
a la que decía amar y con la que convivía.
Y aunque todo el mundo lo sabe, casi nadie habla
abiertamente del parte de lesiones y todo se
camufla por una serie de silencios y de
posicionamientos de "echar balones fuera" y de no
tratar con la seriedad que merece este caso de
presuntos malos tratos a una mujer que, además de
dependiente económicamente, es extranjera y quién
sabe si con su situación regularizada.
Y encontramos causas de la dimisión del Rector de
todo tipo: profesionales, basadas en
desencuentros con sus más allegados
colaboradores, etcétera, y todo el mundo,
incluida la Universidad de Salamanca, calla los
verdaderos motivos de la renuncia. No me parece justo.
Lo veo totalmente injusto porque la víctima está
siendo de nuevo agredida por la grandeza que se
le quiere imprimir al hecho de la dimisión en sí
mismo y no a las causas que, aunque todo el mundo
conoce (al parecer han circulado incluso
fotocopias del parte de lesiones entre las
redacciones de los medios de la zona) casi nadie expone abiertamente.
Al parecer, para los medios de la zona e incluso
para algunas personalidades políticas, resulta
mucho más importante que los proyectos previstos
tengan continuidad y lleguen a buen fin, antes
que interesarse por la situación de la víctima,
que al fin y al cabo es una mujer.
Y este tipo de cosas se repiten. El histórico
pacto de silencio entre caballeros para
protegerse mutuamente de nuevo ha funcionado.
Sobre todo si son hombres influyentes y cultos
como es el caso, se ha de desviar la atención
hacia asuntos que realmente sean considerados
como importantes dentro de los códigos que el
sistema androcéntrico ha generado y entre los
cuales no está el hacer público que una
personalidad académica puede ser un agresor.
Pero, además, atreverse a escribir en un foro de
uno de los medios digitales que todo lo
relacionado con la verdad del caso, o sea que el
ya exrector ha maltratado a su pareja es mentira
y que lo único que se pretende es, por parte de
ella, sacar partido de la situación, puesto que
todo el mundo conoce que la mayoría de las
denuncias son falsas, es el colmo de los colmos
en una sociedad en la que somos muchas las
personas comprometidas en erradicar esta
situación, en la que incluso perdemos la vida
como consecuencia sólo de haber nacido mujeres.
Pero es que además el sesgo clasista que se le ha
querido imprimir al tema es de lo más deleznable.
Y me pregunto, ¿acaso un hombre con una alta
formación académica es diferente en cuanto a su
condición de maltratador precisamente por esa
formación frente a otro hombre que tenga menos
formación o menos poder? Ya vemos que no, que los
maltratadores no entienden de clases sociales, y
este es un buen ejemplo para desmontar esa hipótesis.
*Feminista de Ontinyent.
tmolla@teremolla.net